martes, 4 de diciembre de 2012

Motivación - Día 1.


Bueno, dentro de exactamente diez días, tengo un evento familiar al que asistir, digamos, de punta en blanco. Dejando de lado que me interesa en lo más mínimo el asunto, es una buena forma de proponerme algún tipo de motivación -dígase meta- para mantenerme a raya y enfocarme en ser un poquito más disciplinada, aunque sea con respecto a la comida (no es por maldad la reticencia, pero el porcentaje de "familia" que acudirá a la fiesta es bastante reducido. De resto no conozco a nadie prácticamente).
Me canso muy rápido, me doy por vencida a lo más mínimo. Creo que siempre fue así, pero antes volverse a levantar era un poco más sencillo. O toda la vida en general era más sencilla y llevadera.
Me gusta mi vida, no estoy escupiendo al cielo ni mucho menos. Cuando menos el 75% de mi vida me agrada, y muchísimo, pero por otro lado...Ese 25% me jode. Me jode terriblemente porque es lo que gesta en mi cabeza esa brea repugnante que me carcome todos los pensamientos, todo el disfrute. Me carcome el día a día, en síntesis. Y cuando algo te caga el día a día, definitivamente es demasiado dañino para tu subsistencia. Arruinarte lo cotidiano, lo más simple, es un símbolo inevitable de peligro absoluto para la integridad de tu persona. Y de eso deberíamos darnos cuenta todos...Sin demorar demasiado, claro.
Me lastimé mucho a mí misma. Ya fuera por este pseudo TCA, por mis distorsiones de la realidad, por mi terquedad o por dejar que R. se volviera la parte más crucial de mi persona (mi ser entero, mi personalidad, mis días, mi ánimo, todo llegué a dejar que girara en torno de su volatilidad y estupidez. Aún ahora lo sigo permitiendo, aunque no con la debilidad de antes) renuncié así al esfuerzo, a mi vocación y a mis ganas de ser algo, alguien. Renuncié a lo único que actualmente es capaz de darme felicidad...Por un capricho. No me vengan con la fuerza del amor o lo que sea, que ésto nunca fue amor (hoy digo esto, mañana me contradigo y afirmo que es mi gran, único y real amor, pero quien pase por acá sígame la corriente) sino una necesidad enfermiza, un círculo vicioso que se genera a partir de algo que en sí mismo es dañino y cruel como una corona de espinas.
Es hora de admitir que la culpa de mis grandes, vergonzosas y patéticas caídas fui en un 99,9% yo, y nadie más. Yo dejé que esto me sobrepasara, yo me permití a mi misma destruirme. A mí y al monstruo repulsivo que llevo adentro, que se manifiesta de tantas formas distintas (desórdenes con la comida, dependencia, celos compulsivos, rabietas histéricas que terminan en un llanto al mejor estilo La Llorona y su "¿Dóóóónde está mi hijooooooooo?") para siempre lograr, a fin de cuentas, el mismo motivo: Desmembrar hasta el más ínfimo de los rincones de mi integridad.
But there's no sense crying over every mistake.
Hora de levantarse, ponerse las zapatillas y empezar de nuevo con mi vida.

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